Los fantasmas de mi sombra


Que las palabras no se las lleve el viento


31 de enero de 2013

No es el amor quien muere, somos nosotros mismos

No se sabe todo, nunca se sabrá todo, pero hay horas en las que somos capaces de creer que si, tal vez porque en ese momento nada más nos podría caber en el alma. Ella no cabía en mi alma...

Nunca en la vida me había sentido tan mierda por amar de esta manera. Era un amor doloroso, un amor que lastima con cada una de sus letras, un amor que deseas tocar y saborear, pero al hacerlo te desgarras el alma.

Así pasé los últimos años de mi vida, en completa soledad y recordando día a día la imagen de aquella belleza que me cautivaba con su mirada, para después clavarme dolorosas dagas en el corazón.

Ahora sé que hay algo más alto que el cielo, y más hondo que el océano, y más extraño que la vida, la muerte y el tiempo. Ahora sé lo que no sabía antes de conocerte

(Eso creía yo)

Todos los días podía verla aunque no estuviera cerca de mí. Sentía su respiración, tocaba sus manos sin que ella pudiese notarlo. Ella estaba ahí, junto a mí. Llenándome de amor y rompiendo cada una de mis costillas. Era la mezcla del amor más puro y la maldad más grande.

Amarla de aquel modo me estaba matando. 

Durante largos años me olvidé de mi para vivir por ella. Era miserable, pero solamente necesitaba verla para que mi corazón no dejara de latir. Era terrible vivir para ella, era terrible vivir sin ella.

Desde ese momento supe que mi vida ya no sería igual.

Morí por ella,
morí para ella,
morí por culpa de ella,
por sentirme tan infeliz al tenerla y no tenerla.

Siempre nos han dicho que debemos amar al prójimo sin esperar nada a cambio, pero, ¿y nosotros? ¿qué carajo hacemos con nosotros? 

Después de pasar noches enteras pensando por qué me había ocurrido a mí, me di cuenta que el amor nunca fue el culpable de lo que ella me hizo sentir, fui yo mismo. El amor no se acabó, tal vez el único que se acababa era yo.







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