Los fantasmas de mi sombra


Que las palabras no se las lleve el viento


19 de mayo de 2012

Amnistía

En algún lugar, septiembre de 1964

Para esta declaración mi nombre no es importante, me da vergüenza que la historia me llame cobarde y me desprecie más de lo que ahora yo me desprecio. Me arrepiento de cosas que hice, cosas terribles que en su momento no dí importancia. Ahora me atormentan día con día.

Eran tiempos difíciles. La guerra había provocado desesperación y deseos de sobrevivir. Teníamos un gran ejército, éramos soldados preparados para cualquier batalla, incluso para esta caótica guerra que terminó con la vida de 50 mil personas, incluida ella...

Llevábamos días buscando a esos hijos de puta que habían destruido en nuestros hogares. La furia desatada provocaba sed de venganza entre nosotros, el problema ya no era la guerra y defender nuestra patria, el problema se había convertido en algo más personal. 

Era jueves por la mañana, el sol estaba insoportable, me ponía de malas, me transformaba en otra persona. Y no estoy excusándome en que el calor fue el motivo de mi delirio, pero sí, lo fue aunque suene absurdo (creo que en el fondo aún existía un motivo más poderoso que no logro entender).

Caminaba solo entre los escombros con mi escopeta lista para ser usada sin piedad alguna en el momento que me topara con algún enemigo, entonces en un rincón la vi. Tenía ojos azules y su piel estaba tan sucia que no pude notarlo.

Ella lloraba desconsoladamente, me dijo que necesitaba ayuda y yo la ignoré. Miré por segunda y última vez aquellos profundos ojos azules mientras tiraba del gatillo una y otra vez, inmediatamente sus lamentos dejaron de escucharse y dejó de suplicar piedad.

Es verdad que cada anochecer, cada despertar, nunca logro olvidar su cara, suplicando piedad.

La guerra duró 6 años y vilmente asesine a cientos de civiles, de gente inocente, pero ella... tenía algo en su mirada que no logro olvidar después de tanto tiempo. 

Si el poder tuviera del pasado cambiar, sin duda restituiría su vida por la mía pues ya no la ocupo más

Ella pudo haber sido mi salvación y lo arruiné. Ahora estoy convencido de que soy un gran hijo de puta y no hay nada que pueda hacer para volver atrás.









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