Los fantasmas de mi sombra


Que las palabras no se las lleve el viento


31 de marzo de 2012

Metamorfosis

Sus manos dejaron de tener esa calidez con la que acostumbraba a calentar sus mejillas cuando hacía frío o a cubrir sus brazos para no temblar. Ahora se tornaron pálidas, heladas como una noche invernal y ya no podía usarlas de herramienta térmica.

Era posible ver sus venas hinchadas, de un color violeta y otras tantas de color verde. Sus dedos ya no respondían a ningún reflejo. Poco a poco el dolor se minimizó y pudo soportar tener una vida sin sus manos, pero qué tan importantes eran.

Con ellas había abrigado a su amada durante mucho tiempo, acariciado a sus hijos y tomado de la mano a sus nietos. Eran como sus ojos. Podía sentir perfectamente cada centímetro que rozaba por sus dedos. Después de ello, no pudo escribir más.

Una mañana despertó, se miró en el espejo y no pudo ver su reflejo en él. Se movía de un lado a otro y no había respuesta; algo raro estaba pasando. Estaba sufriendo el cambio, ese cambio del que todos hablan pero nadie se atreve a experimentar.

Un grito ahogado salió de su boca. Era tan ahogado y silencioso que nunca pudo notar que tan fuerte llegó a ser. Miró de un lado a otro y no había nadie. Sintió un profundo dolor de garganta, como si un objeto extraño se hubiese instalado dentro de él para carcomerlo poco a poco.

Llegó el día. El nada deseado pero inevitable día: la metamorfosis de su ser.
Se había convertido en no sé qué cosa.

2 comentarios:

  1. genial nena.....me encanto y me puso a pensar en muchas cosas de la vida....me gusto mucho =)

    ResponderEliminar